Liderazgo universitario
Reduccionismos burocrático, político y colegial
La cuestión de la gobernabilidady las cualidades propias de las instituciones de educación, como su tamaño y complejidad, entre otras,hacen del liderazgo uno de los mayores desafíos que enfrenta este tipo de organizaciones. Para hacer frente a esa complejidad, es habitual recurrir a reduccionismos que focalizan sólo algunos de los aspectos que definen a la gestión universitaria. Esos reduccionismos son:
Reduccionismo tecnocrático: se concibe a la universidad como un conjunto de unidades que trabajan coordinadamente para la consecución de los objetivos organizacionales. Se pretende reducir la complejidad a partir del orden. La universidad se asimila a una compleja maquinaria perfectamente aceitada (Obeide, 2004).
Esta lectura de la realidad universitaria supone que la institución es racional en la jerarquización de sus objetivos, en la acción cotidiana y en la toma de decisiones. Ello implicaría la existencia de un fin último de la organización sobre el que habría consenso y del cual derivaría una jerarquía de subobjetivos coherentes entre sí y ordenados en términos de prioridades. De esta manera, no contempla las consecuencias de la acción política en las organizaciones; en realidad, no considera ninguno de los aspectos de la organización informal.
El reduccionismo tecnocrático se basa en el modelo racional para tomar decisiones, que consiste en identificar la meta que se persigue (como si existiera sólo una), enunciar los cursos de acción alternativos (como si la gama de opciones fuera acotada), evaluar las consecuencias de cada uno (como si los resultados fueran previsibles o se les pudiera asignar probabilidades de ocurrencia) y seleccionar el que mejor se ajuste a los criterios de selección (como si fuera posible lograr acuerdo en torno a esos criterios).
Reduccionismo político: la universidad es concebida como una arena política, en la cual las decisiones de gobierno se toman por imposición de la fuerza del voto o la negociación. Las decisiones son el fruto de la mayoría impuesta o del intercambio de beneficios. No se concibe posible o conveniente la discusión, el debate y la búsqueda racional de las soluciones viables para el conjunto (Obeide, 2004).
Esta postura pone foco en la innegable tensión que se genera como fruto de la participación, los distintos intereses que coexisten en la institución, la falta de acuerdo en torno a los objetivos, y las diferentes percepciones sobre los que la organización debería ser y hacer. Sin embargo, el reduccionismo político no contempla la posibilidad de que existan acuerdos estratégicos o que, frente a posturas antagónicas, se pueda apelar a fines de orden superior. Esta percepción de la institución la considera irracional, sin coherencia, y centra el foco en la diversidad y la fragmentación.
Reduccionismo colegial: se entiende a la universidad como una totalidad de actores que deciden participativamente, teniendo como referencia los intereses de la universidad como unidad. Se subestima o se desconoce el conflicto de intereses (Obeide, 2004).
El reduccionismo colegial supone que los actores priorizarán el bien común o los objetivos organizacionales sobre sus propios intereses. Para que esta posición sea factible, sería necesaria una fuerte identificación institucional por parte de todos los sectores e individuos, lo que no es cierto en todos los casos debido a las fracturas entre grupos por razones disciplinares, de orientación del trabajo, distinto grado de involucramiento organizacional, diferentes dedicaciones, etc.
Como Ud. podrá observar, estos reduccionismos impiden comprender cabalmente la complejidad de mecanismos y estrategias vinculados a la gestión. Es por esto mismo que se propone una visión más compleja e integral que permita superar las perspectivas simplistas:“Se presentan estos conceptos como reduccionismos, puesto que un gobierno viable seguramente deberá lograr el equilibrio entre estos diversos modos de abordaje de la gestión” (Obeide, 2004).
Si bien las universidades reúnen todas las cualidades enunciadas precedentemente, ningún reduccionismo es capaz de explicar la verdadera complejidad de la institución. Eso se relaciona con la manera en que las organizaciones de este tipo deben ser conducidas y con los mecanismos que utilizan para adoptar decisiones.
En línea con estos razonamientos, puede afirmarse que el mito racionalista relativo a lo que supuestamente implica una gestión activa y creativa (el gerente heroico, planificador y transformador), no parece el más apropiado, o incluso viable, como base para el desarrollo de una teoría de la gestión universitaria. La máxima autoridad universitaria no debería concebirse como un apéndice en el cenit de la organización, sino como parte de una compleja red de interacciones institucionales. Resulta más coherente con las particulares características de la institución universitaria, la idea de un liderazgo que actúa de modos más sutiles, basado en un gabinete antes que en una figura excluyente; orientado a mantener un equilibrio dinámico, facilitando y guiando los procesos en marcha, antes que dirigiéndolos; logrando consensos antes que ordenando. (Obeide, 2004)
En este sentido, quizás seaútil revisar la cuestión de la autoridad y el poder en las burocracias profesionales, como así también los mecanismos para la toma de decisiones.